Las Crónicas de Sage Walker

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Capítulo 4

La Casa Embrujada

Sage miró el espantapájaros localizado en el jardín. Le aterraba de sobremanera. Daniel encendió su lámpara pensando que tal vez la ocuparían. Sage subió unos escalones, con Daniel detrás y abrió la puerta de la entrada.

Era de madera, pintada de blanco y estaba muy bien conservada. El rechinido de la puerta les puso la piel de gallina, pero siguieron avanzando. Entraron con paso lento y mirando cuidadosamente los interiores. Había varios muebles y sofás en el recibidor y retratos de personas que parecían ser de la familia Deveraux. Sage intentó prender las luces, pero no funcionaban.

—Tal como sospeché. No hay luz —dijo Sage.
—Lo bueno es que trajimos las linternas.
—Esta casa lleva mucho tiempo abandonada. Según lo que leí en los archivos de Ellen el último ocupante se fue en 2002.
—En siete años pueden pasar muchas cosas.

Sage revisó el área del comedor. Había cosas que pertenecían a la última familia que habitó la casa. Sage pensó en contactarlos, aunque no estaba muy segura. Miró dos retratos que mostraban a un matrimonio con dos hijos. Las ropas indicaban que pertenecían a su época. Pero hubo otra foto que llamó la atención de Sage. Tenía escrito el año en que fue tomada y aparecía la famosa familia Deveraux.

—Mira esta foto —señaló Sage— es la que aparece en el artículo de Ellen.

Daniel, sintiendo un poco de pesadumbre, se acercó y miró la imagen, que mostraba a un matrimonio en sus cincuentas, una joven en sus veintes y una niña que no debía pasar de los diez años.

—¿No te inquieta saber que está muerta y que la has visto en persona?
—No —Sage miró fijamente a Daniel— es que siento que debo saber más sobre ella. Mira, la foto fue tomada en 1913. Es increíble.
Sage giró la vista y alcanzó a ver unas escaleras cercanas. Caminó a ellas sin pensarlo, pero Daniel la detuvo jalando de su brazo.
—Sage ¿a dónde vas?
—Voy a subir.
—¿Qué?
—Daniel, por favor. Hemos llegado muy lejos como para desertar.

Daniel jadeó y giró los ojos. El solo hecho de estar en aquella casa le aterraba, pero aceptó seguir el paso de su amiga y los dos subieron. Daniel iluminó su camino y cuando encontraron un pasillo se le hizo un nudo en la garganta. Había cinco puertas que examinaron una por una. Eran tres habitaciones y dos sanitarios.

—Me pregunto como vivirían en ese entonces —Sage sintió curiosidad.
—¿Sabes cuánto tiempo duró la última familia que vivió aquí? —preguntó Daniel.
—Creo que 5 años. Se fueron porque el padre de familia consiguió un mejor trabajo.
—¿Jamás se percataron de que hubiera actividad paranormal en la casa?
—No creo. No hay información al respecto.

Daniel se giró de repente, cuando estaba por abrir una de las puertas. Sage se sobresaltó y le miró de forma extraña. Algo había pasado con su amigo y no lo entendía.

—¿Daniel?
—Juraría que algo pasó detrás de mí. Fue muy rápido.
—¿Como qué?
—Como una presencia —Daniel hizo una pausa— tal vez me estoy volviendo loco.

Daniel abrió la puerta y junto a Sage inspeccionó la habitación. Había una cama, un espejo y un guardarropa vacío. Terminaron con la misma suerte que tuvieron al revisar la primera planta. No había mucho que pudiera ayudarlos en su búsqueda de respuestas.

Cuando dieron las tres de la tarde, Daniel creyó que era hora de volver a casa. Caminó a la salida, pero Sage quería seguir investigando, así que tomó varias fotografías de cada lugar de la casa. Una vez lista, caminó hacia Daniel que aguardaba fuera de la casa con el teléfono en la mano.

—¿Tienes que irte ya? —preguntó la joven.
—Wilden quiere que vayamos al cine. Acaba de enviarme un mensaje.
—¿Hoy?
—Sí, en dos horas. Le platiqué sobre lo que me propusiste y estuvo de acuerdo.
—Bien.
—Pasemos por él y descansemos un poco de esto.

****

La función de la seis finalizó a las ocho en punto. Sage salió de una sala con un bote de palomitas. Había mirado una película en compañía de Wilden y Daniel, quienes venían detrás de ella conversando. Wilden era un chico tímido de catorce años. Tenía los ojos azules, el cabello negro y algo alborotado.

Ese día se veía muy cómodo en compañía de Sage y Daniel, aunque sabía que aquella salida era una cita con su novio. Sage les propuso bajar a la primera planta del centro comercial. Había un local que servía los mejores helados de la cciudad. Wilden no paraba de ver su reloj ya que sus padres le pidieron que llegara temprano, pero terminó aceptando en el último minuto.

Cuando los tres chicos tomaron las escaleras eléctricas, alcanzaron a ver un rostro familiar en el primer piso. Era Kevin, acompañado de sus dos amigos, Chad y Dante, que alcanzaron a verlos y Sage se preocupó un poco cuando tuvo contacto visual con Kevin. El chico le sonrió y, con un cabeceo, sugirió a sus amigos para seguir a Sage y Daniel y molestarlos.

—¡Miren quién está aquí! ¡Pero si es la Rarita Walker y sus amigos!
—Vete al diablo, Kevin —dijo Sage, que no detuvo su caminar.

Chad y Dante interceptaron a Daniel y Wilden, quienes se detuvieron al sentirse acosados. Sage detuvo el paso cuando vio que sus amigos no avanzaron e hizo un jadeo cuando vio el acercamiento de Kevin hacia Daniel.

—¿Este es tu novio, Daniel?
—Púdrete, Kevin. ¿No tienes algo mejor qué hacer?
—No, me gusta molestarte.
—¿Por qué?
—Porque no sorporto a los niños como tú.
—Vámonos Wilden —Daniel jaló a Wilden por el brazo, quien parecía muy incómodo por la situación, pero Kevin volvió a detenerlos y se les fue encima.

Sage, fastidiada del engreído Kevin, se interpuso entre él y sus amigos.

—¿Es enserio, Kevin? ¿Nunca nos dejarás en paz?
—A ti no te estoy molestando, Rarita Walker.
—Al menos soy una rara y no un idiota como tú.

Los amigos de Kevin le hicieron burla y el chico se mostró inconforme. Entonces le arrebató el móvil a Daniel y trató de tomarse una foto con él y Wilden para hacerles burla. Chad y Dante los arrinconaron para facilitar el acoso de Kevin.

—Dame mi teléfono, Kevin —pidió Daniel.
—Espera, voy a tomarme una foto con los novios.

Daniel no se contuvo. Cerró los ojos y exhaló una fuerte respiración. Gritó muy fuerte, alertando a varias personas que pasaban y empujó a Kevin, quien por accidente, dejo caer el teléfono de Daniel. Kevin terminó en el suelo de espaldas y Daniel se agachó y le propinó un puñetazo en la ccara.

Kevin se quedó tirado, muy pasmado y avergonzado por la situación. Se paró con la ayuda de sus amigos y trató de hacerse el fuerte, pero varias personas que lo miraban le habían grabado en vídeo. Kevin se dio cuenta de que estaba acabado. El momento en que Daniel le puso un alto se había documentado.

—¿Te importa tanto si estoy saliendo con Wilden? ¿De verdad te obsesiona tanto mi vida?

Kevin no dijo nada. Sabía que Daniel estaba furioso y su fulminante mirada lo intimidó un poco. Daniel tomó la mano de Wilden, le dio un beso en la mejilla y observó a Kevin con una sonrisa.

—Sí, estamos saliendo —Daniel apretó la mano de Wilden, quien le miraba sonriendo y admirando su valentía— y a quien no le parezca puede irse al carajo. Yo vivo mi vida como yo quiero y no dejaré que un idiota me intimide.

Sage, que estaba cruzada de brazos, observó a su amigo muy contenta. Pensó que tal vez la experiencia en casa de Claire le dio el valor de enfrentar a Kevin, quien estaba muy furioso y no soportaba que Daniel se le revelara. Sage se acercó a Chad y Dante y les lanzó un vaso con soda en la cara.

—Espero que no vuelvan a meterte con nosotros.

Kevin, muerto de la vergüenza, asintió y les miró con recelo. Sage y sus dos amigos se alejaron y caminaron al establecimiento de helados.

Esa noche, la joven revisaba en su escritorio las informaciones que había colectado. Tenía muchos datos y no sabía cómo empezar a redactar su artículo. Entonces recordó las fotografías que tomó en la casa de Claire y las miró una por una.

Cuando encontró una fotografía que llamó su atención, ella la miró con detalle. Se trataba de una imagen tomada en la habitación de Claire y en ella aparecía una sombra extraña que no había visto antes. Entonces recordó la sensación que Daniel experimentó cuando subieron a la planta alta. ¿Y si la niña Andrea les estaba mostrando algo más? Sage sabía que lo mejor era volver a esa casa. Tal vez la sombra era la respuesta a lo que estaba buscando.

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