Las Crónicas de Sage Walker

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Capítulo 2

Las Leyendas Urbanas de Sacret Fire

Sage sabía que su encuentro con la niña del cementerio no era una casualidad. Cuando llegó a casa fue recibida por su tía Alanna, quien preparaba la cena en la cocina. Sage había llevado la leche que necesitaba para el pastel de chocolate que su esposo le había pedido.

La atención de Sage estaba muy distante. Esa tarde permaneció en la sala de estar con la computadora sobre las piernas. Sus dedos se deslizaban sobre el teclado mientras buscaba información sobre personas desaparecidas.

Ben Walker bajó desde el segundo piso, con una taza en mano y, cuando notó a su sobrina en la sala, se acercó a saludar con una enorme sonrisa.

—¿Has vuelto temprano?

Sage no puso atención a su tío. Tenía los auriculares puestos y su vista sobre la computadora. Ben alcanzó a ver las informaciones que Sage revisaba y, cuando ella vio el reflejo de su tío a través del monitor, cerró su portátil abruptamente.

—Tío. Buenas tardes. No te había visto.
—Parecías muy entretenida. ¿Has vuelto a escribir?
—Algo así. Estaba entretenida con algo. Por cierto, tu coche está bien y aparcado en la entrada.
—Me alegra que condujeras con cuidado, pero no creí que volverías tan rápido.

Sage asintió, con un poco de nervios. Su tío Ben, que vestía un suéter rojo y un pantalón azul, se peinó su rubia cabellera hacia atrás. Alzó la mirada y movió su nariz cuando percibió el aroma a chocolate que provenía de la cocina.

—Voy a recoger unas cosas a casa de Hunter. ¿Quieres venir?
—No puedo, tío, es que estoy en la computadora.
—Sage —Ben se aclaró la garganta— ¿por qué investigabas personas desaparecidas?

Sage pronunció un agudo silencio. No supo que decir en el momento y pensar en la niña del cementerio le hizo suponer un montón de cosas. Tal vez su tío sabía algo y no perdió la oportunidad de indagar.

—Me encontré con una niña en el cementerio. Me acerqué a ella porque parecía perdida y después ya no la vi.
—¿Una niña?
—Sí, creí que tal vez había perdido a sus papás, aunque se veía muy tranquila.
—¿Y qué sucedió después?
—Nada. Ella se esfumó como si nunca hubiera estado ahí.
—Tal vez encontró a sus papás y se fue con ellos. No creo que haya sido gran cosa.

Ben tomó las llaves del auto de la mano de Sage y se despidió con una sonrisa. Horas más tarde, Sage se encontraba trabajando en el escritorio de su habitación. Tenia la computadora abierta con la sección de personas desaparecidas en pantalla. Su intuición le decía que siguiera investigando. Cuando dieron las ocho, su tía Alanna le hizo una visita.

—¿Vienes a cenar, cariño? —la señora Alanna tenía la puerta entreabierta.
—En un momento tía —Sage se giró— no se acaben el pastel.
—Solo vivimos tres en esta casa. Dudo mucho que se termine —sonrió Alanna.
—Gracias.

Alanna cerró la puerta y Sage colocó el seguro. Había varios libros de historias paranormales encima de su cama. Sage escribía sobre leyendas urbanas y avistamientos paranormales ocurridos en la ciudad. Era su pasatiempo favorito. Su encuentro con la niña del cementerio la intrigó tanto que decidió escribir al respecto.

 

 

****

 

 

La mañana siguiente, Ben Walker dejó a su sobrina en la escuela secundaria North Park a la siete en punto. Sage bajó del coche, muy alegre, y se despidió de su tío aleteando la mano.

—Nos vemos en la tarde —Ben sostenía el volante— dale mis saludos a Daniel.
—Con gusto. Adiós.

Sage caminó a la entrada de la escuela y notó a varios estudiantes amontonados. Sage, que siempre usaba una voina encima de sus risos rubios, descubrió que tenían la vista sobre un teléfono.

—Esta ciudad es una locura. No puede ser cierto —dijo uno de sus compañeros.
—Oye, Walker —otro chico se dirigió a Sage— a ti te gusta escribir sobre estas cosas ¿no?
—¿Qué es lo que sucede?
—Hay un loco que grabó una sombra cerca de la estatua del cuervo. Pasó muy rápido. Yo digo que es un fotomontaje.

El compañero de Sage le mostró la BlackBerry y Sage miró el vídeo.

—¿Ustedes creen que sea cierto? —preguntó ella, con las manos sobre las caderas.
—Quien sabe. ¿Por qué no investigas?
—Tengo la cabeza en otros asuntos, pero es interesante —Sage les regaló una sonrisa.
—Mi papá dice que en esta ciudad suceden cosas extrañas. No me extrañaría que fuese otra leyenda urbana.
—Hay muchas ¿no? —Sage indagó más sobre el vídeo.
—Sí, pero tal vez fue manipulado. Quién sabe.

Intrigada, Sage tomó el teléfono y tecleó algunas cosas.

—¿Qué haces? —preguntó el dueño del teléfono.
—Me acabo de enviar el vídeo a mi teléfono. Tal vez sea cierto, pero quien sabe. Podría darme unas ideas.
—Suena bien.
—Cuídense chicos.

Ella, muy sonriente, devolvió el móvil a su dueño y caminó hacia el pasillo principal de la escuela. Se acercó a su casillero, abrió la puerta y tomó dos cuadernos.

Su momento de tranquilidad fue interrumpido por unas risas burlonas. Había un joven rubio cerca de ella, que vestía pantalones de mezclilla y una sudadera gris, tratando de recuperar su mochila que otro alumno le había quitado.

—¡Oye! —exclamó Sage.

Un chico alto y robusto molestaba al joven rubio. Cuando vio que Sage se acercaba, se distrajo por un momento y el otro chico le arrebató su mochila.

—¿Por qué lo molestas tanto? —preguntó Sage.
—Pregúntale a él —dijo el acosador— se anda enviando cartitas con su novio.
—¡Eso a ti no te importa, Kevin! —dijo el joven de la sudadera gris, bastante molesto.

Kevin era uno de los chicos más odiados en la escuela y se alejó cuando Sage amenazó con reportarlo. Daniel Callaghan era el mejor amigo de Sage y uno de los más molestados por Kevin. Ella lo abrazó y Daniel le dijo que no era necesario que lo defendiera.

—Parece que soy el único al que le gusta molestar.
—No deberías dejarte. Es un idiota.
—Lo sé, pero no quería que viera lo que hay en mi mochila —Daniel se acomodó el peinado y caminó junto a Sage hacia el salón de clases.
—Entonces ¿tú y Wilden?
—Estamos saliendo.
—¡Que buena noticia!
—Quiere que vayamos juntos al cine, pero me aterra encontrarme con Kevin y su grupo.
—Puedo ir con ustedes si te sientes más seguro.

Daniel asintió y exhaló una fuerte respiración, como si la presencia de su amiga le trajera mucha paz. Nadie se metía con Sage en la escuela y más porque era sobrina de un prestigiado y conocido científico.

—Si Kevin hubiera encontrado la fotografía que Wilden y yo nos tomamos el fin de semana… no sé que hubiera pasado conmigo. Creo que llegaste a tiempo.
—No te preocupes por él. Ya encontraremos cómo hacer que deje de molestarte.

Daniel sonrió, se acomodó la mochila y los dos ingresaron al salón de clases. Cuando dieron las dos de la tarde, Daniel y Sage volvieron a reunirse en la biblioteca. Sage tenía algunas cosas que compartirle y la biblioteca era el lugar más seguro.

—Ayer tuve una experiencia que estoy tratando. Ahora pienso que quizás fue paranormal.
—¿Qué tipo de experiencia?
—Tú sabes que en esta ciudad pasan cosas raras ¿no?
—Sí, la gente se hace de la vista gorda y prefieren pensar que son leyendas urbanas.
—Estoy un poco intrigada. Después de visitar la tumba de mis padres vi a una pequeña niña que desapareció en una fracción de segundos. Pensé que se había perdido y le pregunté por sus padres. Ella señaló unos mausoleos y después ya no estaba —Sage hizo una pausa— tú hiciste una investigación sobre apariciones para una clase ¿no?
—Sí, el año pasado, pero fue algo muy breve.

Daniel prendió su computadora y abrió una carpeta que contenía imágenes con textos adheridos.

—Sacret Fire es conocida por sus leyendas urbanas y hay muchas historias de fantasmas. En alguna ocasión escuché sobre la aparición de una niña, pero nunca le di importancia. Decidí seguir las historias que me contó la señora Helen.
—Revisé muchas notas sobre personas desaparecidas y no encontré nada. Cuando vi a esos chicos en la mañana que hablaban sobre el vídeo de la sombra me hizo pensar ¿qué tal si la niña del cementerio era un fantasma?

Daniel tecleó varias palabras en el navegador del Internet y los resultados de búsqueda le mostraron fotografías tomadas muchos años atrás. Sage se sobresaltó cuando vio una fotografía que tenía una nota escrita en la parte inferior. Pertenecía a un artículo publicado en el año de 1986 y la autora se llamaba Ellen Kripke.

—Daniel, esta foto muestra a la misma niña que vi. Es ella, no me queda duda.
—No puedo creerlo. ¿Lo dices en serio?
—Sí.
—Sage, pero esta foto fue tomada hace casi cien años. Eso significa que en verdad viste a un fantasma.
—¿Quién es esta niña y porqué se me apareció?

La voz de Sage se entrecortó y miró a Daniel con los ojos ensanchados.

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